Saturday, January 19, 2008

Ay, los libros, los libros

No sé cuándo me entró la onda de querer ser coleccionista de libros, ni tampoco sé cuándo se me quitó. Lo que sí me acuerdo es que mi pobreza era tanta que cuando terminaba el semestre juntaba todos los libros idiotas, inservibles y aquellos cuyo contenido me había hecho jurar "nunca más volver a abrirlos" para llevármelos a Soriana, donde el aprecio por mí se traducía en vales que podía canjear dentro de la tienda. Los canjeaba por estupideces, sí, pero bien valía la pena.
Me deshice de muchos títulos entre los cuales destaca Análisis de la Información de Donna Kabalen, Redacción Avanzada de Fidel Chávez, Ecología de no sé quién, Cultura de Calidad de no me acuerdo tampoco quién, y muchos, muchos más. Tal vez por eso, por botarlos al camión de reciclaje, me he vuelto tan laxa en la sintaxis, ortografía y (Dios salve el idioma de Cervantes), la puntuación. ¿Debería volverme anárquica y empezar a eskrbr kn k pk es ms fcil?
Anyway, anyway, la anécdota que iba a relatar era la siguiente: De entre todos mis libros condenados a resucitar en papel sanitario, uno de ellos se salvó gracias a una hermosa cualidad de mi persona.
No recuerdo el año, pero debió ser entre 1997 y 1998. El autor del libro de texto de Computación fue a la escuela a ofrecer una plática, misma que no entendí, pero como yo quería ser programadora me chuté al lado de mi buen amigo Rigo. Yo había comprado el libro porque según yo, ese semestre era el bueno e iba a aprender hasta los más mínimos detalles del C++. En ese entonces, nos estaban enseñando a programar en este lenguaje, y como el autor del libro, el conferencista, era el mismísimo creador del C++, yo juzgué oportuno continuar con mi sana costumbre de coleccionar autógrafos y lo perseguí por todo el Auditorio Luis Elizondo para tales fines. Como salí bien ranchera, nomás le enseñé la primera página y con la pluma hice el ademán de estar firmando. Claro, en esos casos una no suele estar sola, sino rodeada de cómplices sin escrúpulos que hacen cerco y aclarar las dudas con sus comentarios oportunos. Ya no recuerdo bien lo que le dijeron, pero sí que cual héroes capaces de grandes hazañas fueron en busca del director de carrera para contarle nuestra corrientada. El director nada más exclamó: "¡Ay, Dios!".
Yo me fui a casa bien contenta, con la firma del tipo en mi libro. En ese momento caí en cuenta que no me servía para nada y sobre todo, en realidad yo no profesaba admiración alguna hacia este hombre. Lo más dramático vino hacia el final del semestre, cuando iba a llevar la tanda de hojas inservibles al canje de Soriana. No me atreví, no pude hacerlo.
Ahora, una hermosa edición en pasta dura, con la firma del autor del lenguaje de programación C++ se empolva en los rincones de la casa de mis padres, porque como nivelador de mesas nada más no la arma.

5 comments:

Asilo Arkham said...

Qué recuerdos. Yo también tenía ganas de aprender lenguaje C porque quería ser hacker. Pero, pues, como que no se me dio. ;_;

Anonymous said...

Yo solo pido autografos a celebridades! Tengo el de Pompin Iglesias!!!

Anonymous said...

Y yo que creí que pedirle el autógrafo al abuelo Cruz y guardar fotos de la boda de María Julia era tu límite...

Akaotome said...

Asilo: jajajaja cierto, quién no ha tenido esa fantasía
Ana: sí, después de esto me dediqué exclusivamente a las celebridades
Anónimo: No era el Abuelo Cruz, era Tomás Boy!!!! Y me dio muchísima pena no poder asistir a la boda de María Julia, pero ella sabrá comprenderme.

Anonymous said...

Wow! Te lo firmó Bjarne? Te lo compro!

Y de hecho Bjarne es una celebridad (bueno, tal vez sólo para algunos geeks).

http://en.wikipedia.org/wiki/Bjarne_Stroustrup