Thursday, May 15, 2008

Panic Post

¡Bah! Lo mío es el blanco, ¿o no?

En fin, el día de ayer tuve a bien sintonizar la Universal Movie, que en esta ocasión fue Panic Room. Yo creía que era de miedo, una historia de casas embrujadas, algo macabro, pues. Pero resultó que era una película de suspenso de esas que te desesperan tanto que terminas gritándole a la televisión.


Las cosas empezaron muy a la gringa, repartiendo pistas a lo idiota, que si "cuenta la leyenda que el viejo dueño de la casa", que si "oh, pero cómo, si este es el cuarto principal por qué está tan pequeño", y la respuesta "no way, no way, eres la primera persona que lo nota", seguido de que "hay quienes piensan que hay dinero escondido en esas paredes" y mil cosas así. Luego de una aburridísima media hora, Jodi Foster en su papel de Meg Altman, decide tomarse un par de botellas de vino tinto y todavía en su cuasi peda, decide que es el momento para aprender a usar su flamante panic room, pero como siempre sí anda media ebria, nada más puede prender las pantallas de vigilancia y se duerme después de decir algo así como "mañana averiguo cómo apagar esta chingadera".

Total, tres hombres invaden el hogar, y como siempre en estos casos hay uno bueno que no quiere lastimar a nadie y hay uno loco de a madres dispuesto a sacrificar un marrano en el Río Santa Catarina si es necesario... o bueno, Central Park, para que sea más ad hoc. Cuando se dan cuenta que la casa está habitada, lejos de abortar el plan se emperran en llevarlo a cabo. Y en ese momento Meg Altman se da vueltas en la cama, va al baño, se toma unas pastillas, regresa, se acomoda de un lado, se acomoda del otro, y en las pinches pantallas de seguridad pasando a los bandoleros y ella como estaba toda apendejada no se da cuenta, y yo ya de bien mal humor: "¡¡¡¡Despiértate, imbécil!!!!" y en una de esas que se da cuenta y que corre al cuarto de su andrógina hija, y para colmo de la situación es ésta, la hija, quien sugiere "el panic room, mamá, hay que irnos al panic room" y Meg Altman "ah sí, ¿verdad?, tenemos uno" y se van en chinga y se encierran en el panic room y los bandidos se ponen como locos porque lo que iban a buscar estaba precisamente ahí.

Bueno, ok, dice uno, se le ocurrió tarde la idea, pero al fin y al cabo ya están en el panic room, ¿qué es lo que sigue? Paniquearse, claro, pasar otra media hora comiéndose las uñas para después decir: "Ah, pero podemos hablarle a la policía... oh, no, espera... nunca conecté la línea independiente". Y en eso los ladrones, tres pisos abajo, discutían sobre cómo hacerle. Yo me cansaba de gritar: "CHINGADAMADRE, que están tres pisos abajo, sal por el puto celular!!!!!!!!", ¿pero me oyó Meg Altman? NO. Entonces ahi tienes que los ladrones blindaron la casa para que nadie pudiera escapar y mientras ellas veían por las pantallas cada uno de sus movimiento. Obvio, abrazadas, aterradas y pensando en que se iban a morir. Los tipos casi destruyen la casa de tanto martillazo que dieron, pero bueno, es Hollywood, si no acaban con la escenografía no pueden justificar los millones de dólares invertidos en una película.

Luego de poner tablas y clavos en puertas y ventanas, los ladrones tuvieron una espectacular idea para hacer que salieran del panic room: meter una manguera y abrir el tanque de gas por un ducto.

Por fortuna, Meg Altman dejó la pasgüatez inicial, pero claro, solo la dejó para pasar a las mamadas universales del cine estadounidense. Porque resulta que se encontró un encendedor, de esos grandotes de cocina, y dos sábanas anti fuego. Así que tuvo la brillante idea de prenderle fuego al gas, para eso, se trepó al ducto con la sábana encima y sacó lo más posible, según ella, el encendedor. El resultado es obvio: a la que trae el encendedor en la mano no se le queman ni las pestañas, pero al malito se le quema el brazo derecho.

A partir de ahí la película agarró más ritmo, excepto porque toda película de suspenso que se respete, tipo Signs de Mel Gibson y hasta The Village de Joaquin Phoenix, tiene que tener un niño enfermo que necesite su Ventolín, y claro, en este caso, la adolescente seudo anti social necesitaba su inyección de insulina y había que negociar con los perpetradores que por favor por favor inyectaran a su hija que se iba a morir y eso no iba en el guión.

Total, Meg Altman, de ser una insulsa y apelmazada mujer, de pronto organiza estrategias súper efectivas para combatir a los intrusos. Claro, en primer lugar se le ocurre lo que a ninguno de los tres vándalos inexpertos: romper las cámaras de vigilancia que se monitoreaban desde el panic room. Luego, gracias a un desconocido talento síquico, logra comunicarse casi casi que por telepatía con la policía de New York, y llegan justo en el momento en que el último de los ladrones estaba por escapar.

El motivo de tal asalto era unos bonos bancarios de algunos milloncitos de dólares, sin embargo, al final, cuando estaba a punto de escapar, el ladrón decidió soltarlos y un tornado texano que andaba por ahí desvalagado pasó y lo distribuyó por todo New York.

El aspecto positivo de esta película fue el siguiente: me desahogué, gritarle a Jodi Foster fue catártico.

El aspecto negativo: ahora quiero mi propio panic room y un frigo bar como mesita de noche.

3 comments:

A. said...

JAJAJAJAJAJAJA!!!! Coincido, la película es para gritarle a la foster o mejor apagarle a la tele!!

Nittai said...

Ah mí me gustó. :O)

El frigobar suena a todo dar, para sentarse a jugar poker en el panic room mientras se van los ladrones

MrH said...

...me fascina como narras las pelis. Me encantaría ver por acá una reseña cada y cuando :D

Saludillos