Pues bien... ayer fue el segundo día consecutivo que olvidé apagar ese invento del demonio. Eso no fue lo peor. Lo peor fue que en plena llamada vociferé CHINGADA MADRE, YA ME SONó ESTE PINCHE CELULAR. Después me di cuenta que no le había puesto mute a la llamada y el cliente conoció mi verdadero yo.
Ayer fue más leve pero igual de penoso. Sonó el celular en plena llamada y yo solamente me puse la mano en al frente cual Marga López y dije lastimeramente: POR QUE ME PASAN ESTAS COSAS A MI!!!!!!!! Me sonrojé, claro, porque tampoco le puse mute a la llamada y mi cliente se enteró de cuan llorona soy.
La buena noticia fue: Nadie me estaba monitoreando, el cliente no se quejó y el perro policía seguro estaba tomando la siesta porque nadie oyó ni me suspendieron.
Pero bueno, necesito un descanso. Olvidar apagar el celular es too much.
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