Friday, May 25, 2007

Epifanía

Cuando dejé Monterrey, aquel 31 de diciembre de 2001 para irme a Las Cruces, me fui con la esperanza de nunca volver. En el exilio, extrañé muchas muchísimas cosas y por eso volví, por eso quebré el cochinito y volví por primera vez en el Spring Break del 2002. Pero la distancia, así como sana, erosiona y complica la vida.


Al término de los seis meses, es más, al término de mis dos años en New Mexico, en verdad, de veras que sí, pensé que nunca más podría volver a dejar Monterrey, pero "oh sorpresa", me fui otra vez a empezar de nuevo en una ciudad desconocida. Y sucedieron dos cosas. La primera fue la premonición, el pronóstico y las amenazas de todos: los problemas no se quedan, van contigo. La segunda y más catastrófica es que cambié en un ochenta por ciento o a lo mejor no me he dado cuenta y el giro fue de 360 grados, es decir, volví al punto de donde partí, pero por abajo (je je). Cierto es que he tomado decisiones buenas, malas, mejores, regulares, peores y acertadas.



Sin embargo, encontrarme de nuevo en Monterrey, con todo lo bueno y malo que esto conlleva me ha dado una de las lecciones más importantes de mi vida: Soy espíritu.
En el camino he tenido muchas pérdidas, pero por fortuna la inmensa mayoría han sido materiales. Mi padre solía decirme que para él iba a ser una enorme decepción si me casaba con alguien que no me tuviera viviendo de jodido en Contry. He decepcionado en más de un sentido a mi padre y creo que de eso se trata la vida.
Llegar a un lugar nuevo como Las Cruces o como el DF, me dio la oportunidad de reinventarme, de elegir los caminos para mi crecimiento. Caso contrario sucede cuando regresas al lugar en el que viviste durante veintitres años. Los que me esperaban, que en realidad son poquísimos, terminaron por extrañar el más viejo de mis inventos que digamos, en este caso, era la Criseida pasada, la que se fue. Otros que no me esperaban pero re encontré, me dicen que me veo muy bien, en otra onda y con mucha más apertura con la gente. Hay otros que no me esperaban, pero les soy absolutamente indiferente. Asimismo, hay otros que consideran Monterrey como un lugar muy chico para caber todos aquí. Ninguna de las categorías anteriores me quitan el sueño, ni a ninguno en mi lugar se lo quitaría. Lo que sí, y no tendrán más que darme la razón, es cuando uno vuelve al terruño con las esperanzas puestas en viejas amistades o viejos familiares, con muchísima fe en la humanidad para aceptar las evoluciones propias y ajenas, con bastante disposición, con ganas de intentar, con verdaderos deseos de mostrar cuan divertido y bonito podría ser la redefinición de las dinámicas pasadas y, cual canción de Piporro, "solo el eco repite al viento, dónde estás hija ja ja ja ja". Eso duele. Y eso siempre dolerá. Pero, a pesar de haber cambiado, sigo conservando el antiguo hábito de pensármelo todo. He venido a Monterrey a cerrar círculos pendientes y voy a llorar mucho, no hay de otra, pero a veces una tiene que hacer de tripas corazón y "arreglar su cuarto", hacer limpieza en el armario y ver qué fotos, qué cartas, qué pendejaditas, con la ecuanimidad del mundo, está lista para dejarlas ir. ¿Por dónde empezar?

1 comment:

Kickapú said...

No, Cris, ninguna persona nos deja sin que nosotros nos hayamos alejado de ella antes o nos hayan alejado antes de ella.
Te quiero siempre, aunque no lo creas.