Thursday, November 01, 2007

Monterrey devuélveme mi cerebro

Entré a trabajar a un extinto periódico en febrero o marzo de 2007. El trabajo implicaba salir después de las nueve de la noche y ya en mis últimos días, incluso después de media noche. Lo disfruté mucho porque salía ya a oscuras y ya no me enteraba ni del sol ni de la lluvia ni de nada. Los camiones iban semi vacíos y las calles, bueno, en las calles fluía el tráfico. Y yo me sentaba al lado de la ventanilla y veía la oscuridad y me comía las uñas preguntándome qué chingados hacía yo aquí en Monterrey de mis desamores, en lo bueno, en lo malo, otra vez en lo bueno y otra vez en lo malo. Una de esas noches leí en un camión un graffiti que decía "Monterrey devuélveme mi cerebro" y me fui a casa contenta, no era la única no profeta en su propia tierra. Guardé con mucho cariño la frase, la repasé, la coleccioné en esa parte de mi corazón que colecciona frases de consuelo y pasaron los días y los meses, oh sí, pasaron hasta verme otra vez en un camión urbano mirando a través de la ventanilla pero ahora en un día casi a punto de oscurecer porque ya no trabajo en ese periódico sino en otro, entonces ya soy más gente normal que sale a las siete y esas cosas. Y venía yo en el camión, fatigada un poco por el tráfico, por la gente alocada, por los sudores, por los empujones y pisotones al subir y bajar del camión y de pronto leo en el vidrio de un auto "Monterrey, ladrón de mi cerebro" y ahí lo entendí todo: Monterrey... los Rayados del Monterrey.


Y me sentí mal, como cuando te hacen una broma, te dicen algo muy en serio y tú lo crees todo, hasta pones cara de circunspección y entonces te dicen "nombre, no te creas" y por fuera te sonrojas pero por dentro hasta ganas de llorar te dan. Me dije como consuelo "ah, ya decía yo".
Luego me puse a recordar en antes, en antes de todo, o bueno, en antes de casi todo, en que antes de ya no encontrarle sabor al caldo, antes de ver otros futboles, otros equipos, otras canchas, antes de todo eso, yo era rayada.

Y oía la RG y odiaba a Hernández Jr., por ser descaradamente Tigre, y era un manojo de nervios, y hasta me compré una camiseta que decía Bimbo al frente y fui al estadio a uno de los célebres partidos en que se peleaba el descenso; Monterrey, claro, que es un equipo malo, que siempre lo ha sido.

Pero después vino todo esto, todo lo de después, lo siguiente, doblar en un papelito la angustia, la pasión, lo idiota de estar pendiente de ver si alguno de los güeyes hacen algo interesante con el balón, de ya no empezar a cantar goles con anticipación, esos goles que nomás se quedan en goi o algo así, algo atorado, algo muy gutural, doblar todo eso en un papelito y ponerlo por ahí, enmedio de un libro con muchas hojas, un libro improbable para la lectura, para las mudanzas, para llevarlo a la isla desierta a donde llevarías Cien Años de Soledad y Pedro Parámo.

Y mi única salvación, mi única guarida donde me protejo de la parafernalia, de los excesos, de la publicidad, del sonido monótono de la afición gritando en las gradas es el carnaval de Bajtin, ahí se refugia mi morbo, mi desvergonzada simpatía a la Pandilla, misma que reprimiré y meteré al clóset donde se emplovará hasta que mejoren y por accidente tropiece en la tele con un juego, y esa jornada le esté yendo bien, y entonces como que no quiere la cosa me quedaré viendo el encuentro y me picaré como quien se pica en una novela o en una serie de sitcom y me diré ya estuvo bueno, ya devuélveme mi cerebro, y me iré de Monterrey y me olvidaré de los Rayados y volveré a Monterrey y de pronto en un camión leeré "Monterrey, devuélveme mi cerebro" y ya la habré olvidado y diré "oh, qué bien, no soy la única que siente esas cosas" y mi historia vuelve a comenzar como sólo vuelven a empezar las cosas íntimas, las de abajo, las de base, pues, los pilares, los cimientos en donde se construyó una iglesia para venerar otros dioses.

2 comments:

Anonymous said...

ingas!

Orfa said...

jojojo, que poético resultaba sin la explicación de que se trataba de los Rayados.