Cuando tomo Red Bulll

Me vuelvo intolerante a la vida misma.
Intolerante a las puertas abiertas.
Las persianas corridas.
El olor de incienso.
Equivocarme de pinche talla y darme cuenta hasta que alguien me dice.
Al chat del Facebook.
A que ladre el perro.
A que llore el niño del vecino.
A que el internet esté lento.
A escribir sobre un pinche tema que no me interesa.
A seguir escribiendo por seguir escribiendo.
A ser racional.
A mojarme la pijama con el agua del baño.
A estrellarme el dedo gordo con una estructura metálica atravesada.
A no tener una pinche silla ergonómica.
A no tener buena luz en la sala.
A estar lejos.
A estar cerca.
A tener sed.
A tener ganas de hacer pipí.
A tener calor.
A tener frío.
A que me llamen.
A que no me llamen.
A que me digan que NO!
A tu indecisión.
A la mía.
Al silencio.
A las quejas.
A pláticas idiotas.
A chingaderas.
A chingaderitas.
Al amor.
Al desamor.
Al sexo.
A la falta de sexo.
Al exceso.
A la cama.
A las sábanas.
A las cobijas.
Al abanico.
A la humedad.
A los mosquitos.
Al olor a perfume.
A la coexistencia.

Por eso he optado por la Coca Cola regular.

Y a seguir teniendo paciencia para ciertas cosas. Pero solo ciertas...