Tuesday, February 14, 2012

...then forgive yourself

Para mí el año nuevo empezó hoy. Para mí el nuevo ciclo en mi vida empezó hoy. Hoy quiero que el desierto me cure y me dé diarrea para que se vaya toda la mierda acumulada en todo un año. Y lo digo con tranquilidad. Lo digo como una muy simple y muy cochina metáfora de la realidad.
Hoy es el memorial del primo Beto. A mí y al resto de la familia nos cambió el significado del 14 de febrero a raíz de un accidente estúpido. Paso por el lugar casi todos los días. Mantengo su recuerdo siempre en mi mente. No sé por qué no se quiere ir, ahí está dando y dando vueltas en mi mente. No soy la que más mal la pasó, ni la que más lo extraña o recuerda, claro que no. Y eso me hace pensar que uno bien podría colgarse un letrero que dijera: "perdone las molestias, no sé cómo lidiar con mis emociones".
Pocos podrán entenderme. Yo no soy otra cosa que palabras. Yo no soy otra cosa sino letra escrita. Si me cortan las manos, me cortan la lengua. La única manera que tengo de reconocer lo que siento son las palabras. Las que escribo en un ticket del Oxxo, las que escribo en intensos correos electrónicos, las que escribo en largas conversaciones por chat, las que escribo... las que simplemente escribo.
Hoy terminó mi luto y terminó mi duelo. Y no. No veo el 14 de febrero como lo veía antes. Y no es que antes lo viera con ingenuidad, sino que antes lo veía como un día cualquiera. O lo veía con el recelo de aquella que busca que sea sólo un día cualquiera.
Hoy asistí a la última misa como quien escucha la Última Muñeca en un XV años. Y lo digo con toda intención, porque de pronto descubro en mí cursilerías como dedicar todos los 14 de cada mes a ir a rezarle a un primo fallecido, con un rito en el que difícilmente creo. Y me encuentro, a un año, pensando en esto, mirando hacia atrás y me quedo con la sensación de que ya todo acabó, ya todo terminó: la convivencia mensual, la sensibilidad, la lección, la buena intención que te provocan eventos tan atroces, todo eso ya quedó en el pasado. Y está bien. Ya lloré a mi muerto. Lloré durante todo un año a la parte mía que se murió con él. Lloré a la parte viva que sé morirá cuando alguno de nosotros que todavía estamos respirándonos el oxígeno de otros con total impunidad decida que la hora de decir adiós ha llegado.

La muerte del primo Beto desencadenó un montón de cosas. Resulta que uno de los días posteriores al suceso, no me agüantaba ni yo misma. Me corrieron de casa, me mandaron a hacer lo que fuera para despejarme y fue cuando Denise me llevó al Sultán. Conocí ahí a Raquel. El mismo día que conocí a Raquel, conocí el Sultán. Nunca busqué consuelo. Nunca busqué que nadie me consolara. Pero la muerte de mi primo echó a andar una máquina de pensamientos. Yo nada más pensaba. Yo nada más pienso. La muerte del primo Beto me cortó las manos, me dejó muda, me dejó pensando. Tal vez por eso iba tanto a misa. Tal vez por eso me aferré a un rito en el que difícilmente creo. Soy una mujer de pocas palabras. Yo no soy otra cosa que palabras. Yo no soy otra cosa sino letra escrita. Si me cortan las manos, me cortan la lengua. La única manera que tengo de reconocer lo que siento son las palabras. Y en todo este año no pude decir una sola a los deudos. No pude decirle nada a su padre. No pude decirle nada a su madre. No pude decirle nada a sus hermanos. Como si con él se hubieran ido mis palabras, como si lo único que yo  pudiera hacer fuera escuchar rancheras en El Sultán. Pero encontré a Denise y encontré a Raquel. También encontré a Gloria, aunque me hubiera gustado más que Gloria también me encontrara a mí. 
Y sí. Estoy convencida que ahora inicia un nuevo ciclo. No empezó el 1 de enero. No empezó con el Año Nuevo Chino. Empezó hoy que ya terminó mi luto, que ya terminó mi duelo. Empezó hoy que me he dado cuenta de las zonas de mi psique que murieron en este año. Las áreas del corazón que se cauterizaron. Se murió un testigo de mi niñez, ahora puedo inventar cualquier cosa. Ahora podemos inventar cualquier cosa. Ahora nuestra complicidad se reduce. Ahora los testigos son y serán cada vez menos confiables. Ahora lo único que atesoro en el corazón es el pésame de la Tía Juanita: "Ay, Criseida, se te fue tu compañero de juegos". Consuelo breve pero efectivo que alumbró el túnel oscuro. Y eso me hace pensar que uno bien podría colgarse un letrero que dijera: "perdone las molestias, no sé cómo lidiar con mis emociones".
Y entonces se me ocurrió buscar consejo, y encontré una página en internet que decía: "Often, before you can really have peace and wisdom in your. relationships, you need to have peace with yourself. Look at what you feel guilty about, mistakes that you feel you've made in your past. Then forgive yourself, and let them go". Y eso es lo que tengo que asimilar, esa es la gran lección. Eso es lo que el dolor dejó.
Hoy terminó mi luto y terminó mi duelo.
Y tengo que aprender a dejar a ir ciertas cosas y entonces perdonarme a mí misma por todo lo que he hecho y por todo lo que pudiendo hacer no he hecho y por todo lo que no me ha dado la gana haber hecho y por todo aquello que no he hecho pero que pude haber hecho. Cerrar los ojos y dejarme ir con el flow como quien cierra los ojos y se tira de un edificio.


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