Un alumno que es punketo de día pero popero de noche, me preguntó con curiosidad mis gustos musicales. Le dije que El Gallo de Oro, el Golden Rooster, el Kikirikí de Oro, que mi canción favorita era la de un lobo domesticado. No me creyó, pero sí se creyó con el derecho de adivinar. Indagó, mencionó a Backstreet Boys y al ver mi cara corrigió. Usté es mamá, tiene cara de tener hijos. Y le gusta Cyndi Lauper, a todas las mamás les gusta Cyndi Lauper.
Me sentí extraña. Pensé: yo creo que ya di el viejazo. Y entonces me defendí: No, Cyndi Lauper le gustaba a mi mamá, eh, porque yo todavía era una niña. Mi juventud fue netamente noventera. Y, con la arrogancia propia de la pubertad se rió.
Entonces recordé que hace buen tiempo no escucho mis discos. Me he limitado a lo limitada que es la radio en Monterrey. Me dio un poco de tristeza no tener a la mano la música que me consuela en momentos específicos de mi existencia.
Mis discos están en filita, acomodados por orden alfabético en la sala del departamento de México. Mi música, mis mp3 están en su carpeta, bien cerradita y apagada, en Maclovia, que tampoco vino a la aventura.
No me queda más que escuchar la Antología Vallenata y tener paciencia cuando los celulares de los alumnos tocan a Chayanne.
1 comment:
jajaj1aja!
Ánimo
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