Monday, April 23, 2007

My Life Is an Endless Succession of People Saying Goodbye


Ayer soñé algo muy raro. Yo, la Criseida de hoy, la que viste y calza y vive en San Nicolás y tiene dos hijos y vive en concubinato en la casa de sus suegros. Yo, esa Criseida, andaba sola por la vida y se metió a un restaurante mezcla de Sanborns con Appelbees con Chilis. Yo, por alguna razón conocía al de la barra y me fui a encaramar a una silla alta, en una esquina, para poder ver bien el panorama. Entonces, en una mesa tipo Chilis, de las que tienen una mesa amplia y tienen dos booths, estaba Daniel con dos mujeres. Yo dije, y hasta lo dije en inglés: Wait a minute I think I just saw Daniel. Nah, I guess not, what the fuck, oh my God it was! Y en lo que me hiperventilaba, se paró de la mesa, de la mano de una mujer perfect outfit. Por cierto, Daniel llevaba puesta una camisa de cuadros rosa. Y pensé en sueños: "Ah, qué chida camisa". En fin. Luego me paré a saludar a la tercera mujer, que sí se quedó. Yo la conocía, ella me conocía, pero en la vida real no nos conocíamos: Era la hermana del susodicho. Me dijo:
--- No sabes cómo le dolió a Daniel tu actitud.
--- ¿Te dijo algo?
--- Sí, escribió un chorro sobre lo que pasó.
--- ¿Ella es su novia?
--- Sí
--- Voy a alcanzarlo para decirle hola
--- Mejor no. No creo que quiera volver a saber de ti. Mejor lee lo que escribió.

El escrito que con mis súper poderes oníricos pude simplemente interiorizar, en lugar de perder tiempo viendo las grafías, decía cosas que, en teoría, no tendría por qué habérmelas dicho. Porque Daniel fue compañero de guarradas en la prepa y un buen día, ya cuando ambos estábamos en la carrera, me dejó de hablar.

Lo conocí en el semestre de agosto - diciembre de 1994, cuando yo, alumna bien portada todavía, llevaba la carga completa. Inscribí Matemáticas III con Ernesto Quintanilla, que porque era muy barco y contaba chistes. En ese grupo estaba David Chapa también, con quien hice muy buenas migas y hasta el trabajo final. Para ese entonces, David ya era fósil y como tal, el tiempo para él era muy relativo. Yo era una persona eufórica que NUNCA pero NUNCA sostenía una conversación normal y emotiva con nadie. En ese mismo semestre conocí a Ana, pero ésa es una historia aparte. Una conversación normal, cotidiana y común con Daniel se enfocaba principalmente a la política y tenía que estar forzosamente aderezada de comentarios en doble sentido. Era nuestra dinámica y la disfrutábamos mucho. Él era El Compatrioto, yo era La Compatriota. Lulú andaba que daba las nalgas por él, pero yo no entraba en la competencia porque en primer lugar, yo no vivía en San Nicolás ni me iba en el Expresso Anáhuac y en segundo lugar, era MI Compatriota y de nadie más. No que no entrara, sino que no quería entrar y hasta le decía cosas como: "¿Tú crees que Lulú está celosa? Ay, pero quién sabe por qué". En fin, él nomás hacía como que la Virgen le hablaba.

Ese semestre, decidí ser mala alumna. Así que troné todo cuanto pude, incluida Literatura II. Según el sistema depurativo de aquel entonces, eso me hacía alumna condicional y debía quedarme todos los días a hacer la tarea, después de clases. El Compatriota, cuando supo esto, se agüitó un poco y me dijo que hiciera todo lo posible por meter Historia de México o Estructuras Socionoséquémadres, no me acuerdo bien, porque fuera de ésa, no podíamos llevar clases juntos.

En ese semestre, él, como amigo mío que era, daba por hecho que nos juntaríamos en la hora libre, que era a las 10:30 de algunos días, porque aparte, él estaba en el Club de Asesores y tenía que hacer sus horas. Y yo, pues no tenía tanto empacho de acompañarlo a la cafetería por algún snack, pero me sentía extraña.

El punto es que le agarré cariño y él a mí. Tanto que cuando él sí se graduó, convenció a David Chapa para irnos a visitar a mí and who´s army, verdad? Porque la inmensa mayoría se fue, excepto los tronados.

Entró a estudiar Sistemas Electrónicos en agosto de 1995. Yo lo alcancé en enero de 1996. Obviamente, debido a mis terquedades académicas, reprobé algunas materias y él me dijo, todo serio: "Así nunca me vas a poder alcanzar y no vamos a llevar ninguna clase juntos". Y era cierto. Intentamos seguir la misma dinámica. O sea, vernos en la hora libre, ir a comer, platicar burradas, mandarnos mails y un sin fin de cosas más. Creo que hasta fuimos a un XV años juntos y no bailamos, porque su religión se lo impedía. Todo iba bien, Lulú seguía tirándole el can y yo en la pendeja total; entonces a mis amigas se les ocurrió pensar que eso podría desembocar en noviazgo. Me malaconsejaron que, como vulgarmente se dice, "le llegara". Ahora imagínense, toda torpe yo, ahí voy y le digo una mamada poética (porque yo todavía era poeta) y él hizo lo que le salía muy bien: hizo como que la Virgen le hablaba. Después me dijo que le explicara bien lo que había querido decir y yo, creí prudente hablar en cristiano y decirle mis intenciones. El dijo: "Ah ok, pero nada más que yo ahorita quiero tener puros amigos". Y yo dije, dolida en mi ego, que estaba bueno. Y muy ingenuamente pensé que las cosas seguirían un flujo normal. Pues no. En esos días que andaba yo de electrónica, me metí a organizar el Congreso de Electrónica Aplicada. Me inscribí en el Comité de Logística porque ahí estaba Daniel. Un día nos comisionaron investigar un asunto y él, con el dolo del mundo, me dejó plantada con... ah sí, con Gise, un profesor de Ensamblador. Yo lo odié. Y cuando me lo encontré en el CETEC le dije que había estado muy mala onda su comportamiento. Tal vez no fui dulce, pero tampoco fui particularmente agresiva. El punto es que desde ese momento, Daniel se hizo color de hormiga. Y si a lo lejos me veía, emprendía una nada graciosa huida.

Un día de parciales, que ya iba yo muy noche rumbo a mi casa, lo vi a lo lejos, en el buzón de la biblioteca y le grité con una clara influencia de telenovela: Daniel Ortiz!!!!!!!

Él ya me había visto y noté la cara de frustración cuando no pudo zafarse de mí. Yo, muy tranquila, me acerqué y le pregunté:

--- ¿Qué nos pasó?

--- Tengo algunas ideas

Y ni tú poder, ni yo poder y toca la tambora purum purum. Dio la media vuelta y se largó para siempre jamás.

Luego me cambié de carreras. Me lo encontré dos veces y nunca me dirigió la palabra. Tampoco yo lo intenté.

Como en el fondo soy una cursi sentimental, me avoqué a la tarea de buscarlo, pero nadie que yo conozca me ha podido decir su paradero. (je je, este es canal 5, XHGC al servicio de la comunidad). Hice lo que a cualquier persona se le ocurriría: a) poner en google el nombre completo, b) buscarlo en los contactos de amigos comúnes del hi5, c) preguntarle a la única fuente fidedigna y confiable: Lulú. Pero nada.

Como diría mi parentela, "ah qué subconciente tan arrastrado", qué bromitas eh!

Ahora pienso, qué haría yo de volver a encontrar a Daniel. Qué le diría. Ah, hola, cómo estás, cuánto tiempo, cuánto has cambiado, ¿te acuerdas de La Pulga Vaquera? ¿Te acuerdas de xxxxx? Ah, pues resulta que siempre sí es gay... gusto en saludarte, a ver si vamos por un café, ándale bye.

No sé.

Tal vez la despedida, ese momento congelado del recuerdo de una conversación, perduraría.

2 comments:

Tania said...

Akaot, "llegarle" a alguien es un procedimiento entre cuyos riesgos se cuentan el de que cualquiera de los implicados se haga ojo de hormiga para siempre jamás, al menos dentro del cuadro de la cultura mechica.
Esto se asume como una realidad empíricamente confirmada.
En caso de que insistas en llevarle la contra al karma, prueba "busca a tus amigos exatec" en la página de relaciones con egresados.

Akaotome said...

Puede ser... pero con dejarme a solas con Gise, creo que quedamos parejos, ¿no?