Tuesday, November 23, 2010

Olvídela, compa

La última vez que sufrí de amor, una amiga que ya no es mi amiga porque... bueno, porque así es la gente y toma partidos, se atrevió a postearme la siguiente canción:


Durante ocho meses pensé en escribir una novela que empezaría así:

Olvídela, compa...

Fue la última canción que XXXXXX me posteó en el Facebook a manera de consejo. Es de Nortec, pues, escribió. Y la próxima vez que hablamos ya nomás me dijo: las dos son mis compas, así que no quiero saber nada.

Pero tampoco había mucho que saber. Era una clásica historia para los anales de ese libro que después se hizo película y que si contara lo que sucedió se llamaría She's just not that into you.

Con el paso del tiempo decidí no escribir la novela porque me entró una especie de ego maniaco y el gusanito de "ya no voy a engrandecerla con mis palabras" se me metió en la cabeza. Y porque tal vez es mejor consejo dejar que se muera la pasión para escribir desde la experiencia y no desde la herida, y por herida me refiero a la de Vicente Fernández en Acá entre nos y no a la de Octavio Paz en el Laberinto de la Soledad. O lo mejor escribo desde ambas, da igual, da lo mismo.


El caso es que últimamente que siento en los hombros el peso de tomar una decisión en mi vida, de ya no estarla cageteando como hasta ahora y de tomar un rumbo con paso constante, me encuentro como hace unos quince años que en los momentos de grandes decisiones solía poner en orden mi cuarto y con parsimonia y sin demasiada pasión me deshacía de objetos y cosas que ya nada más estaban obstaculizando la llegada de nuevas cosas. Y también me siento como cuando a los 14 años decidí no tener fiesta de XV años y en el fondo, aunque sabía que esa había sido mi decisión, solo esperaba no arrepentirme nunca de eso. La buena noticia es que todavía a mis 32 años, no ha llegado ese arrepentimiento y fue una de las mejores decisiones en mi vida. Por el otro lado, sé que la vida está plagada de decisiones que a veces no han sido las más acertadas pero que he tomado como quiera. No sé, siento que las grandes catástrofes de la vida permiten la reconstrucción de una misma y la reinvención que a veces muchos añoramos.
Me cuesta mucho tomar decisiones en la vida, pero supongo que hay una sola manera de salir avante: Abrazar el caos, ir con el flujo y entregarse como quien se tira de un edificio a los cambios radicales en la vida.
En este momento, no sé, siento que tengo que tomar mil y una decisiones y todas, obviamente, me van a impactar en lo moral, profesional y emocional... creo que el único miedo que tengo es que siento que 32 años es un momento un poco tardío para "empezar de nuevo". Y me gustaría con todas las fuerzas del mundo no equivocarme esta vez.
Una parte de mí quiere volver a Houston. La otra quiere volver al DF. La otra quiere quedarse para siempre en el narcoguerreado Monterrey. Una más se quiebra la cabeza por hacer compatible vida y carrera. Otra, un poco más escondida, me anima a no tener miedo y dejar de esconderme en techos seguros y salir a las calles con todo un arsenal de pasión y consagrarme o consumarme como escritora. Pero debo admitir que ahora mismo estoy en una etapa de pasmo y con un poco de miedo y reserva.
Lo bueno de sufrir una desilusión es que te cuartea y por las grietas entra nueva energía en la cual cualquier cosa es factible. Lo malo es que te tiras un año entero en la reconstrucción y con la sensación de haber perdido tiempo valioso, con la sensación de estar, con mucha más tranquilidad, en donde mismo, en el mismo punto de partida que antes de la crisis pero ahora con muchísimos más factores y a contrarreloj.
Pero lo importante ya sucedió: ya casi termino de acomodar el cuarto, ya casi le digo a mis papás que no quiero fiesta de XV años, ya puedo empezar a escribir desde la experiencia y ya me vale madres quién o cuál tomó partido... y que, después de todo, 32 años tampoco es el fin del mundo.

1 comment:

Carmen said...

Ayy, ¿qué te digo yo con mi edad y con lo nuevo a que me enfrento?
No mamayes querida, estás en la flor de la edad, no te azotes que hay chayotes.
Tú avientate que los cambios siempre son buenos y nuestras decisiones tambíen.

Besos querida treintañera.