"¿Por qué Dios haría algo así?"

Sí, sí, han de estar pensando "otra vez se va a quejar de la hija bastarda de reconocida institución tecnológica y educativa", o han de estar pensando... pos quién sabe qué estén pensando, el punto que me ocupa ahora es el siguiente:

Harta ya de tantas historias de taxistas y más bien empobrecida por mi viaje al Defectuoso, hace un par de días decidí tomar un camión que tuviera a bien acercarme a ese lugar de Nuevo León cuyo nombre no quiero recordar. Me subí a un camión de ruta y unas cuadras más adelante, un par de sujetos del género masculino, de entre 17 y 22 años de edad, con fachas que aclaman el gusto por cierta música llegadora al estilo "y es que te quiero uo, beibi te quiero uo uo uo", subieron también y ocuparon los asientos detrás mío.

Uno de ellos tenía el tic de estarse rechinando los dientes con la lengua, y cuando estaba a punto de cambiarme de lugar, dado lo intolerante que salí a sonidos de esta especie, uno de ellos con restos de pachequez y en un mood muy filosófico preguntó a su interlocutor: "Güey, yo a veces me pregunto, ¿de dónde viene el sida?" A juzgar por el silencio, infiero que el amigo se quedó en estado de perplejidad y no supo qué contestar. Y entonces el sujeto A, el de los dientes, el pacheco filosonseador, repitió:

A.-O sea, ya sé que es un bacteria, pero de dónde viene.

B.-Pos no sé, güey.

A.-O sea, por qué Dios haría algo así?

(Yo en este momento estaba a punto de estornudar disimuladamente y empezarles a contestar ciertas verdades universales como por ejemplo, como su nombre bien lo indica en un arranque explícito, el sida es un virus, pero díjeme "no, no, pa qué me meto en controversias".

A.- A ver, explícame. Dicen que el sida no se contagia por besar, ni por saludar, ni por abrazar todo lo que tu quieras a una persona enferma, pero ¿por qué entonces no puedes tener relaciones sexuales?

(Si hubieran visto mi cara, estos sujetos en definitiva habrían pensado que yo era una ñora treintona mogijata asustada por la terrible insinuación al acto sexual).

B.- Dicen que ya hallaron la cura, pero quién sabe por qué no quieran decirlo.

(Sí, sí, seguro un mexicano que nos robó Estados Unidos).

A.- ¿Pero tú crees que el sida sea así como dicen? Que no se cura y todo eso.

B.- No sé, dicen que el sida no te mata, sino las enfermedades.

A.- El que no se cura es el cáncer, güey. No hay cáncer que se cure.

B.- Sí, el cáncer está bien cabrón.

A.- Ah, no. Creo que el único que se puede curar... no me acuerdo... el de huesos, creo, porque es bien raro.

(Conclusión: la rareza es curable).

B.- Hay un tipo de cáncer güey que nada más le da a las mujeres. O sea, el vato lo puede tener, pero nada más le da a la mujer.

A.- Ah sí, ya sé cuál dices. Pero es al revés, la mona lo tiene y se lo pega al vato.

B.- Algo así.

A.- Güey, pero no manches. O sea, si te da cáncer, mejor que te maten. Como el cáncer de mama, güey, o sea, es mejor que te maten a vivir sin dignidad.

Y en ese momento el camión llegó a mi destino y yo con mucha dignidad me bajé del camión. Ya sé, debí quedarme a ver qué opinaban sobre el cáncer de próstata, por ejemplo, o a ver si mi belleza les resultaba rara y por lo tanto difícil de curar. O no sé, debí haber intervenido con alguna pregunta retadora como: ¿por qué será que el cáncer cervicouterino nada más les da a las mujeres?, o ¿qué les parecía mi dignidad?, ¿suficiente?, ¿demasiada?, ¿curiosly strong?

En fin, otra cosa más que agradecerle a Fox, a la Reforma Educativa y a los Acuerdos de la SEP. A los güeyes les agradezco el rato de sano espar... eerrr... cuestionamiento. Yo misma me pregunto: "¿Por qué Dios haría algo así?"